Este artículo fue pensado inicialmente como parte de una serie basada en el álbum musical "Zeal" de Kings Kaleidoscope. Sin embargo, no es necesario conocer el disco ni las letras antes de leerlo.
Frente a la zarza1
La Biblia suele tener una forma extraña de contarnos las historias. Cuando nos relata la historia de Jesús, pasa por alto muchísimos de los detalles que uno esperaría de una biografía, pero más llamativamente aún, saltea gran parte de su vida. Nos muestra escenas de su nacimiento, apenas una historia de su pre-adolescencia, para luego adelantar hasta los últimos tres años de su vida. ¿Cómo transcurrió su infancia? ¿Qué pruebas atravesó en su adolescencia? ¿Qué hizo en su veintena aquel galileo que transformaría la historia?
Sucede algo similar con Moisés. Conocemos las circunstancias de su nacimiento, tenemos algunas pistas sobre su infancia, pero luego la Biblia hace dos saltos. El primero, para contarnos cómo a sus cuarenta años Moisés asesina a un egipcio que estaba maltratando a un hebreo y tiene que huir de Egipto para evitar su propia muerte. El segundo, hasta los ochenta años de Moisés, cuando encuentra la zarza ardiente en el desierto.
¿Cómo habrá sido la vida de Moisés como hebreo en la corte egipcia? Cuando leo acerca de una persona que sale a recorrer y mirar cómo vive la minoría a la cual pertenece y termina matando a alguien por maltratar a uno de los suyos, me cuesta mucho pensar que fuera un acto aislado en su vida. ¿Cuándo fue la primera vez que se dio cuenta que era distinto a los otros niños de la corte? ¿Sufrió la discriminación o el maltrato en carne propia? El hecho de que nombrara a su primer hijo “extranjero” (Gerson), porque él había sido un extranjero en una tierra extraña, da cuenta de que a pesar de criarse en la realeza, Moisés nunca se consideró a sí mismo egipcio, y Egipto no dejó de ser para él una tierra extraña. Nunca sabremos si él se veía a sí mismo como un libertador, pero está claro que tenía sus ideas formadas respecto a las injusticias que estaba viviendo Israel. Por lo pronto, los únicos dos hechos que se nos relatan sobre Moisés entre su niñez y su adultez lo muestran ejerciendo justicia por mano propia e intentando mediar en un conflicto entre hebreos. Ciertamente, ni lo uno ni lo otro terminó bien.
Es en este punto donde pienso que la Biblia relata la historia de una manera extraña. O debería decir, encuentro extraño la ausencia de relato alguno, aunque quizás el silencio sobre estos cuarenta años en el desierto sea la mejor manera de mostrar lo que Moisés vivió todos esos años debido al sentimiento de fracaso, sueños e ideales hecho añicos, pérdida de propósito y resignación. Cuando Dios se le aparece en medio de la zarza y lo llama a vivir lo que él posiblemente había soñado durante su juventud, ya sea por cansancio o decepción, Moisés no muestra entusiasmo alguno. Se reconoce a si mismo como inutil para la tarea, indigno de aquel llamado. Imagino la pregunta dando vueltas en su cabeza: ¿por qué ahora? Y no me refiero tanto a “¿por qué ahora que estoy viejo?”, sino a “¿por qué ahora, después de tantos años de desierto y destierro, de sufrimiento y sinsentido?” Si Dios lo mismo tenía pensado llamar a Moisés para esta tarea, ¿por qué hacerlo “perder” cuarenta años de su vida? ¿Cuánto sufrió Moises en ese tiempo? Más aún, ¿cuánto sufrió el pueblo de Israel?
Una de las claves para acercarse al álbum Zeal es esta idea de “fortunate fall”, de “felix culpa”. En palabras de San Agustín, que Dios “juzgó más conveniente sacar bienes de los males que impedir todos los males”. Al igual que Job, es un consuelo que no llega desde lo racional, sino desde lo relacional. El consuelo no viene de entender por qué un Dios bueno permite que pasen cosas malas, sino de conocer al Creador que convierte nuestras miserias en belleza, que vio nuestra maldad y nuestras debilidades como una oportunidad para su gracia.
Otro concepto muy bien desarrollado en el álbum es ese estado de hastío, de cansancio, de dudas, de falta de fuerzas, de pérdida de ideales, de ausencia de un sentido de propósito. Un estado de coma, de pseudo-vida. Es Moisés huyendo de Egipto y conviviendo con su apatía y frustraciones por cuarenta años. Es la esclavitud del pueblo de Israel, el reconocer que las cosas no son como deberían ser, que mi vida no es lo que debería ser, y sin embargo no tener las fuerzas para cambiarlo, no por no haberlo intentado, sino por haberlo intentado y haber fracasado.
Desde el punto de vista imaginativo, quizás es más sencillo visualizar la situación crítica en la cual se encontraba Moisés cuando estaba frente al Mar Rojo y todo el ejército del Faraón venía por detrás. Sin embargo, es posible que haya sido aún más crítica la situación de un Moisés sumido en la apatía y adormecido por el desierto que se encuentra frente a un Dios que se presenta en su vida completamente a destiempo, con un llamado radical.
Pero no es necesario imaginarse tanto. Es, acaso, la misma situación crítica en la que me encuentro cuando en medio de mi rutina, mis miedos, mis dudas, mi apatía, Jesús me llama a seguirlo, a vivir la vida en abundancia que Él ofrece.
Como Moisés, en vano intentamos arreglar esta realidad que está rota a nuestra manera. Fracasamos al querer agradar a Dios en nuestras propias fuerzas. Sentimos ansiedad, prisa, desesperación de ver que pasa el tiempo y no pasa nada. Como Moisés en el desierto, vemos que no avanzamos, que no hay cambios en nuestra vida, vemos sueños incumplidos, ideales que parecen aún más lejanos que el horizonte. Nos sentimos perdidos, sin rumbo, en una especie de carrera en la cual no estamos seguros de que haya una meta y sin embargo sentimos la necesidad de acelerar, aunque terminemos estrellándonos una y otra vez.
Cuando Moisés pensaba que no había propósito, que no había nada más por delante, Dios lo encuentra en medio de la zarza y le muestra que no había terminado con él. El Creador del Universo, que hizo al hombre del barro, todavía podía hilar una preciosa prenda de los retazos que era la vida de Moises.
Juan nos introduce a Jesús como aquella luz que brilla en la oscuridad, y que la oscuridad jamás podrá apagar. Una zarza ardiendo en la inquebrantable oscuridad del desierto. No hubo excusas suficientes para Moisés, y difícilmente las haya para nosotros. Al final del día, cuando quedamos expuestos al resplandor del Rey, no hay otra respuesta más que la verdadera adoración, la rendición total.
[1] Inspirado en las primeras tres canciones de Zeal: "The Coma", "Hero Over My Head" and "Naked Feet & Holy Fire"